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El
d�a se oscurece, el viento aumenta,
deslumbran los rel�mpagos y braman
los truenos y las nubes se derraman
a chorros por el suelo. La tormenta
a todo ser viviente que sustenta
la tierra, ya sean fieras que proclaman
rugiendo su poder o aves que aman
el calor de sus nidos, amedrenta.
Un hombre clam� al cielo. Ya ha pasado
el mal tiempo y cree que sus inquietudes
cesaron porque el cielo lo ha escuchado.
Su soberbia hace fe con actitudes
sumisas y transforma as� el pecado
mayor en la mayor de las
virtudes.
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Donde
quiera, en ciudades o poblados,
no hay potrero ni patio de ladrillos
a salvo de estos negros ladroncillos
dom�sticos, mas no domesticados.
Sobre el alero gris de los tejados,
sobre los muros blancos o amarillos,
acechan qu� robar, p�jaros pillos,
gritones, atrevidos, descarados.
Aunque la jaula de prejuicios donde
la civilizaci�n me tiene preso
ha atrofiado mis alas, a�n se esconde
en m� el instinto de volar, por eso
amo, como ellos, ser pirata y conde;
llenar el buche con el cuello tieso.
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