EL PLACER DE MORIR

Francisco Arias Solis

 

LA BUENA MUERTE

"Ven muerte tan escondida
que no te sienta venir,
porque el placer del morir
no me vuelva a dar la vida."

Cantar an�nimo del siglo XVII


"El Amor", autor: Margarita de la Vega

Es este cantar espa�ol, constantemente repetido en la poes�a del siglo XVII, un extraordinario, asombroso disparate, que llega a su colmo cuando se nos habla del placer del morir. Pues m�s a�n, este disparate del placer del morir tiene su por qu� -naturalmente, disparatado-, y este por qu� es el que viene a decirnos, disparatadamente; Lope de Vega. Veamos como: Muerte, si mi esposo muerto, / no eres muerte sino muerta". 


Disparate estupendo: La muerte muerta. La muerte de la muerte, este sublime disparate, le har� glosar a Lope el cantar popular diciendo: "Si hay en m� para morir / algo natural, �oh muerte!, / dif�cil de dividir: / entra por m� amor de suerte / que no te sienta venir". 


Luego es el amor, el que disparado y disparatado por la palabra divina, lo �nico que har� entrar a la muerte en nosotros de suerte que no la sintamos; haci�ndonosla tan leve, r�pida, ligera, como la ped�a Santa Teresa. La buena muerte. Porque la otra, la mala muerte es perezosa y larga; y a ella se dirige Lope dici�ndole: ... ven presto, que con venir / el por qu� podr�s saber, / y vendr� a ser, al partir, / pues el morir es placer / por qu� el placer del morir. 


Este por qu� es el que le demand� a Lope su p�blico impaciente y �vido de disparates. Este es el por qu� de la c�lera espa�ola; de la impaciencia de un espa�ol del XVII cuando se sentaba para esperar; cuando quer�a esperar sentado; el disparatado por qu� de la c�lera de un espa�ol sentado; que motiv�, como sabemos, la comedia de Lope. Este es el por qu� de la invenci�n disparatada del teatro lopista: la esperanza que nace y se mantiene de la desesperaci�n, de la c�lera de quien, para esperar, se sienta y desespera: la impaciencia del que espera sentado, del que espera desesperado. Teatro que es un disparadero po�tico de la raz�n -de la pasi�n, del pensamiento, de la vida- tan extremado, que logra las formas, las expresiones, las verdaderas maravillas disparatadas que todos conocemos. Un teatro, que es un maravilloso disparate, �nico en el mundo.


La impaciencia, la c�lera, del que espera sentado, del que espera desesperado, es esa parad�jica, disparatada, dram�tica inquietud del que est� quieto. Y esa disparatada inquietud es la que transmite el teatro lopista, al maravilloso retablo po�tico inventado por Lope, su movilidad extraordinaria, su dinamicidad creadora. Una movilidad hecha de quietud, todo lo contrario que el muro legendario de Victor Hugo, es lo que representa en este disparadero teatral inventado por Lope, una pasajera inquietud reveladora de la quietud, de la permanencia divina de nuestro ser, al parecer mudable. Un asidero, en definitiva, para el pensamiento, para el alma: un disparatado asirse de Dios, que no se muda como el que quer�a la santa de Avila.


Y esta es la paz que el espa�ol buscaba siempre con tanta guerra, con tantas y disparatadas guerras, la paz de Dios. El divino asidero del que quiere, disparatadamente, que Dios le asista, que no le deje de su mano. La voluntad guerrera del que deja todo en manos de Dios para combatir consigo mismo. Y �sta es la m�s disparatada guerra: la que tiene en la paz su raz�n de ser y su sentido. La guerra invisible y secreta del hombre interior que se encuentra en �l mismo su enemigo. Enorme disparate sintetizado de esta forma en labios de Lope: En la guerra que peleo / siendo mi ser contra s�, / pues yo mismo me guerreo: / defi�ndame Dios de m�. 

        

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