Ni sombra que no ahuyente, ni puerta que no abra.
Ella es el poder mismo, aunque cuerpo no tenga.
Hecha oraci�n, discurso, queja, canci�n o arenga
nada tiene la fuerza que tiene la palabra.
Aire hecho voz, tan solo, - m�gico abracadabra -
su influjo hace que el hombre, rendido, vaya y venga
donde aquella le dicta, sin que nada entretenga
su atenci�n de ese surco que, caprichosa, labra.
Ella fue en un principio y al tiempo sobrevive
inmarcesible y pura, del cielo suspendida,
para hoy mover al mundo, como lo movi� ayer.
Ni dolor que no alivie, ni fuego que no avive,
hecho rumor de versos o pasi�n encendida,
quisiera ser palabra..., si volviera a nacer.
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Una playa de ensue�o a la luz de la ma�ana;
un jard�n esplendente de trinos habitado;
un espartal sediento; un bosque calcinado....
El alma es un paisaje. Los ojos, su ventana.
Hoy me muestra el espejo, el que los m�os gana:
un anden solitario, con su reloj parado,
de in�tiles ra�les que miran al pasado
y en el que ya no suena la voz de la campana.
La calina de agosto, a lo lejos, a veces,
formula el espejismo de una humana figura
que hacia mi se dirige con los brazos abiertos
y en la que creo verte. Pero te desvaneces
y, terne, la cigarra, con su canto, asegura
que no hay otro paisaje para unos ojos muertos.
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